Víctor Rodríguez Martínez.- Director de CEI El Jarama
Yo soy padre de tres hijos y a la hora de enseñarles hábitos de alimentación he cometido errores como el que más. Lamentablemente, mi hija mayor ha sufrido las consecuencias de mi ignorancia más que los siguientes. Lo importante es iniciar el cambio de hábitos – en nosotros mismos, y que así no sigamos tomando decisiones erróneas con el consiguiente impacto en la salud de nuestros hijos.
En CEI El Jarama entre otros valores, apostamos de forma decidida por una alimentación saludable. Evitar estos “Mantras erróneos sobre alimentación infantil” es una tarea que todos debemos intentar. Esta es la segunda parte de esa lista de mantras – los 5 primeros los expusimos en este otro post y concluíamos cosas como que sólo con mirar los valores calóricos de las etiquetas de los alimentos procesados nos podíamos llevar desagradables sorpresas de lo que nuestros hijos pueden estar ingiriendo. Esperamos que este post os sea también útil y, eso sí, os animamos a que lo toméis con humor.
6.- “Te pongo Peppa Pig si te lo comes todo”.
Y allá que vamos con la segunda cucharada de puré al niño de un año a cascarle la tablet. Es curioso, el otro día escuchaba a Álvaro Bilbao hablando del componente adictivo de las pantallas y cómo se empieza a considerar una droga. Álvaro Bilbao, nos da recomendaciones a los papás y mamás de cómo debe de ser el uso de las pantallas en nuestros hijos
La Asociación Americana de Pediatría dice que un niño debe de tener exposición cero, a las pantallas durante sus 2 primeros años de vida. Cuando crecen los niños nos preocupamos por limitarles el uso de la tecnología pues empezamos a oír que puede tener consecuencias negativas en su desarrollo. ¡¡Pues no se las metamos desde el año, o incluso antes, y menos para que coman!! El niño come lo que tiene que comer cuando tiene hambre y listo, no le engañemos para que coma más, ¿para qué, para que sea obeso? Sí que debemos de estar preparados para darle comida (sana) cuando nos la demande y no necesariamente a ninguna hora establecida. 4, 5 u 8 veces al día si es necesario, de una forma natural.
7.– “Es que no me come nada de fruta, sólo en puré de fruta”.
Lo primero que hago yo cuando me levanto es ir a la cocina y preparar fruta, la pelo, la troceo si corresponde, y la dejo puesta en la mesa para el desayuno. Si mis hijos ven fruta en la mesa – y no tienen acceso a los cereales – madalenas – croissants – galletas de chocolate, etc., acaban comiendo fruta. Porque tienen hambre y se quieren llevar algo a la boca. Lo primero que preparo en la comida o en la cena es fruta y la vuelvo a dejar en la mesa mientras cocino. Básicamente lo mismo en todas las comidas. Bueno, a veces pelo zanahorias o pepino y hago tiras de ellas que también les gusta. Sí, soy un poco friqui de la fruta, lo reconozco. ¿Pero quién no lo es en este paraíso de la fruta que es España?
8.- “Es que no quiere probar nada”.
A los 8 meses, o antes incluso, los bebés se meten todo a la boca. Todo lo que pillan, las llaves del coche, la pelusilla de debajo del mueble, el juguete nuevo, el viejo, el hueso del perro…. todo. Si probamos en esa época a ponerle un alimento sólido (con las debidas precauciones para evitar ahogamientos lógicamente), una zanahoria cocida, unos trocitos de pan, una tira de pera, ¡se la llevará a la boca y a la segunda vez la engullirá!!! Si seguimos “estimulando” al niño de esta manera, día tras día, – realmente el niño se estimula sólo, nosotros ponemos los objetos, nada más, cuando tiene año y medio os aseguro que se llevará a la boca el trocito de sardina, los guisantes, la empanada, los garbanzos del cocido o lo que pille.
Si omitimos, o más bien le coartamos al bebé la posibilidad de seguir este camino desde los 8 meses – realmente es incluso antes de los 8 meses, cuando tenga 2 años será inútil, e injusto, quererle forzar para que pruebe cosas. Digamos que le hemos truncado su deseo natural y neurológico de probar los alimentos cuando le tocaba. Después de un año de negación exterior su cerebro ha aprendido a “no querer probar nada”.
9.- “No logro que se coma los 200 ml de leche con cereales”.
¿Pero por qué 200ml? ¿Y no 250ml o 150ml? ¿Porque algún iluminado nos ha dicho esto en el parque? La Asociación Española de Pediatría dice que el lactante debe de comer a demanda. Y cuando es a demanda – y especialmente si es leche materna, ¡nadie sabe cuántos mililitros está bebiendo!! ¡y no pasa nada! Y parece lógico pensar que el niño, cuando es un bebé, necesitará probablemente alimento muchas veces al día porque su estómago todavía está por desarrollar y no puede admitir mucha cantidad de golpe. Parece lógico pensar esto, ¿no? Y que las horas de las comidas es un “invento” de los adultos que tienen más bien que ver con nuestro estilo de vida y las necesidades sociales de compaginar trabajo con nuestra vida personal. ¿Sabías que en Europa, en la mayoría de los países, no existen las temibles “hojas del centro de salud” con las recomendaciones de cantidades de ingesta para lactantes? Y es que son temibles porque, aunque supuestamente son cantidades recomendadas y máximas, en realidad las tomamos como cantidades obligatorias que nuestros hijos deben de ingerir. No nos están ayudando a mantener el equilibrio psíquico a los padres.
10.- Yo le hago a mis hijos zumo de naranjas y magdalenas caseras porque son saludables.
Esto es lo que creíamos hasta hace poco pero me temo que estas afirmaciones NO son correctas; el zumo de naranja y las madalenas caseras NO son saludables. El azúcar libre de las 2 ó 3 naranjas del zumo se considera igual de perjudicial para el cuerpo humano que el azúcar añadido a un refresco. Sin embargo, dos o tres naranjas, peladas, masticadas y deglutidas son perfectamente sanas, sus azúcares “intrínsecos” se van absorbiendo poco a poco por el organismo y sacian. Más información en este informe de la OMS del 2015.
Por otro lado, una magdalena de una receta estándar de internet tiene la siguiente composición:
200 gramos de harina, 50 ml de leche, 3 ó 4 huevos, 125-250 gramos de azúcar, 100 – 150 ml de aceite.
Pues bien, estamos hablando que con esa magdalena casera me estoy metiendo entre 9 y 18 gr de azúcar (1,5 o 3 cucharadas de azúcar), y entre 150 y 220 Kcal. Y esto para una magdalena, que si me meto 2 ó 3…. O si lo hace mi hijo, el del kilo de azúcar a la semana en vacaciones, no se metería menos de 2, le conozco….
11.- “No sé por qué está así pues tampoco come tanto”.
En la España de nuestros padres – abuelos de nuestros hijos, comían dulces una vez al año, o los más afortunados varias veces al año en las fiestas de guardar. Pero es que muchos, además, hacían trabajos físicos bastante exigentes, eran campesinos antes de emigrar a las ciudades u otros trabajos muy físicos donde las calorías extras se quemaban. No es que comieran bien antes, pues o bien no había acceso a alimentos fundamentales para la dieta humana como frutas o bien se abusaba de las grasas y carnes animales o las dos cosas. Pero sí que tenían más oportunidad de quemar las calorías excedentes que lo que tenemos muchos de nosotros y de nuestros hijos en la actualidad. El mecanismo de acumulación de grasas que durante cientos de miles de años ha permitido al ser humano tener reservas para los días de escasez de alimento, ahora está inutilizado y viciado. Ahora, una gran parte de la población de España no necesita acumular lípidos porque tiene a su disposición alimentos las 24h del día. Y los que ha acumulado no los logrará quemar. Y somos la primera generación, o la segunda, donde esto está ocurriendo, ¡de la historia de la humanidad!
El problema es más grave todavía si tenemos en cuenta que esto aplica totalmente a los niños. Ellos también tienen un exceso de vida sedentaria.
13.- La obesidad es una enfermedad y en particular la obesidad infantil. Y esto no es un mantra, desafortunadamente, es la realidad.
En la comunidad científica la obesidad es una enfermedad que padece la persona. Y como enfermedad que es, muchos de los factores que la han provocado son extrínsecos a la persona. Es decir, y en particular en el caso de los niños, las causas del sobrepeso y/o obesidad son totalmente ajenas a estos.
Cultura y publicidad alimentaria engañosa y omnipresente.
Se puede decir más alto pero no más claro. Tuit de un representante de la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimenticia – dependiente de la Comisión Europea): “Lo que la industria alimenticia está haciendo a nuestros hijos es inmoral“
Se invierten centenares o miles de veces más dinero en publicidad de comida insana (fast food, alimentos procesados para niños, etc.) que en fomento de alimentación sana por las administraciones.
Margaret Chan, exdirectora de la OMS, ha manifestado recientemente que “la industria alimentaria no tiene ninguna motivación para decir la verdad”.
No nos damos cuenta, pero es que todas estas no verdades se nos transmiten constantemente desde el “packaging” de los productos en el supermercado, hasta los anuncios en la televisión, patrocinio de marcas como Danone o Nestlé en carreras populares, en eventos infantiles, etc. etc., todo se convierte en un bombardeo consciente o inconsciente de mensajes (mentiras) incitadores al consumo de estos productos.
Medios de comunicación poco honestos
¿Y quizás irresponsables? Transmiten estos mantras dentro de sus espacios publicitarios. El 80% de lo que se lee en un diario sobre nutrición es mentira (lo dicen los estudios).
Poca cultura científica en la sociedad
Tenemos poca cultura científica y nos guiamos muchas veces más de grandes predicadores – o un jugador famoso ofreciéndonos un producto determinado, que de las asociaciones profesionales/científicas.
Y yo personalmente, creo que los adultos del entorno del niño/a debemos tomar las decisiones correctas en la alimentación de nuestros hijos.
Muchas veces compramos alimentos “superfluos” como define Basulto; no compramos suficientes materias primas no procesadas; y compramos mucho pseudoalimento hipercalórico, o hipersalado, etc. Todas estas decisiones erróneas de compra acaban en nuestras cocinas, y armarios, y al final en los estómagos de nuestros hijos. Es nuestra responsabilidad, somos nosotros los que en última instancia decidimos lo que se come y lo que no se come en casa. No nos flagelemos pero sí que tengamos presente en nuestras compras algunas de estas reflexiones y les haremos un favor, para toda la vida, a nuestros hijos :-).