Víctor Manuel Rodríguez Martínez.- Director de CEI El Jarama
Yo soy padre de tres hijos y he cometido errores de este estilo como el que más. Lamentablemente, mi hija mayor ha sufrido las consecuencias de mi ignorancia más que los siguientes. Lo importante es iniciar el cambio de hábitos – en nosotros mismos, y que así no sigamos tomando decisiones erróneas con el consiguiente impacto en la salud de nuestros hijos.
Yo soy padre de tres hijos y a la hora de enseñarles hábitos de alimentación he cometido errores como el que más. Lamentablemente, mi hija mayor ha sufrido las consecuencias de mi ignorancia más que los siguientes. Lo importante es iniciar el cambio de hábitos – en nosotros mismos, y que así no sigamos tomando decisiones erróneas con el consiguiente impacto en la salud de nuestros hijos.
Si hablamos de educación respetuosa y consciente no podemos dejar de dedicarle atención a una parte fundamental de la vida de las personitas que tenemos entre manos, su alimentación y, más aún, su relación con la comida.
Y es que en el Plan de Alimentación Saludable (y Consciente) de CEI El Jarama nos proponemos ser conscientes de una serie de aspectos que determinan, no sólo lo que el niño/a ingiere – fundamental para su salud física, si no su relación con la comida, de más influencia en su psique.
Como habréis leído en anteriores posts la Disciplina Positiva que tanto nos gusta pone el foco en el yo – como adulto, y en el cómo y por qué hago las cosas pues esto es lo que va a tener un impacto definitivo en el niño. Por tanto, el clima de cariño en casa, de respeto hacia las necesidades biológicas del niño y una larga lista de factores que el nutricionista y divulgador Julio Basulto nos comenta en el vídeo de aquí abajo, influyen decisivamente en cómo se relaciona un niño con la comida. Y esto, y no cuántas judías verdes come con 4 años, es lo que va a hacer que un niño coma “bien”, que no sufra de obesidad, que no sufra trastornos de la alimentación (disfagias psicológicas que cada vez vemos más en CEI El Jarama lamentablemente, anorexias, ingesta compulsiva, etc.).
Con el presente artículo queremos ayudar en la confusa tarea de la madre/padre en la alimentación de sus hijos. Un poco largo el texto pero esperemos que lo entendáis ameno y, si podéis, hasta divertido. Ahí os dejamos “mantras” que creemos erróneos y muchas veces escuchados en nuestra sociedad:
1.-“Cómete todo lo del plato que los niños de África no tienen para comer”.
Dejemos tranquilos a los pobres niños de África, que bastante tienen con lo suyo. Si lo que queremos es que nuestros hijos no derrochen comida probemos a servirles menos cantidad o, mejor aún, pongamos la comida en el centro de la mesa y que ellos se sirvan. El cerebro del niño está perfectamente preparado para saber cuándo tiene que dejar de comer, y está determinado por el mecanismo instintivo de la saciedad. Y todo lo que le obliguemos a comer de más se convertirá en un hábito negativo en el futuro, además de que está demostrado que aumenta el riesgo de que el niño adulto padezca trastornos de la alimentación o enfermedades relacionadas con la obesidad.
2.- “No me come de nada”.
Hay estudios que demuestran que hay niños y niñas que necesitan el doble de calorías de ingesta diaria que otros. Lo cual significa que hay niños/as que necesitan la mitad de calorías que otros, y es normal, no pasa nada, van a estar igual de sanos. Es como el coche que consume más gasolina que otro para llegar al mismo sitio; depende de la configuración de su motor, pero el resultado es el mismo. Lo que hemos venido diciendo desde siempre que hay niños inapetentes ¡pues es verdad!: niños que necesitan comer, aproximadamente, la mitad que otros ¡¡para estar igualmente saludables!! O sea que si mi hijo/a come menos, o me parece que come poco, y está sano, tiene ganas de jugar, correr, etc., dejémosle tranquilo pues no necesita comer más.
3.- “Siempre tengo que estar regañando con él/ella para que no coja las galletas del mueble”.
En contra de lo que se puede pensar las galletas “María”, o cualquier otra galleta es también bollería industrial. Y con un alto contenido de azúcar. Basta con mirar su etiqueta. Y es que lo malo de los alimentos azucarados – y pasa lo mismo con los salados, no es sólo esa cantidad excesiva de azúcar que ingerimos, sino además que son potenciadores de sabor y con componentes adictivos, así que poco a poco nuestro cuerpo, sin darnos cuenta, nos va pidiendo más bollería, más coca cola o patatas de bolsa y menos fruta o arroz. Los alimentos tradicionales dejan de ser sabrosos y apetentes.
Si queremos dejar de luchar o regañar con nuestros hijos/as para que no cojan esa galleta o esa bolsa de patatas fritas lo mejor es no comprarlas. Que desaparezcan de nuestros armarios. Es curioso como a los niños – más fácilmente que a los adultos, les cuesta relativamente poco cambiar el hábito y asumir que ya no se comen galletas o patatas de bolsa en casa (porque no las hay en el armario).
4.- “Va, total, porque coman unos cereales en el desayuno no pasa nada”.
Efectivamente, de esas no se va a morir el niño. Los “chucheales” como los llama el pediatra Carlos Casabona tienen tantos ingredientes que llamarlos cereales parece que ofende al trigo o al maíz. Pero permítaseme mostrar una pequeña tabla con las cantidades que un niño de 5 años puede comer en un día “normal” del verano. Por supuesto, esto es lo que comería el hijo de mi vecino que yo le he visto. Mi hijo Yago está superbién educado y jamás se metería esto para el cuerpo (mentira, acabo de vivirlo en un día en estas vacaciones de verano, en casa de un familiar muy cercano que no voy a nombrar):
¡¡138,1 gramos de azúcar en un solo día!! ¡¡Sí, sí, alucinante!! Pues nada más y nada menos que 23 cucharadas (o sobrecitos de 6 gr) de azúcar, en un día. Y si hacemos la cuenta, en una semana, 7 días, ¡¡¡¡¡1 kilo de azúcar!!! Sí, sí, un kilo, un paquete de esos del supermercado de 1 kilo de azúcar. Sorprendente, ¿a qué sí? Un niño de 5 años, recuerdo, 1 kilo de azúcar por semana.
Esto es sin contar por supuesto alguna galleta extra que este familiar tan querido le habrá dado antes o después de la comida cuando el niño le ponía ojitos. Y no ha habido chuches este día. Menos mal.
Por cierto, la OMS recomienda para niños del tamaño y edad de mi hijo un máximo de 12-15gr de azúcar – en todos los alimentos, al día, (compárese con los 138 gr diarios aquí arriba expuestos).
5.- No sé por qué está tan gordo para lo que come:
En España 2 de cada 10 niños sufren sobrepeso; pero es que otros 2 de cada 10 ya son obesos. 4 de cada 10 en total. Parecido que en Italia o Grecia pero justo el doble que en Francia u otros países del norte de Europa que, curiosamente, no son mediterráneos – como si esto fuera una garantía de salud.
¿Cuál es el problema pues? Volvamos a la tablita del punto anterior, y fijémonos esta vez en la columna de las calorías que ingirió el “hijo de mi vecina” a partir de estos pseudoalimentos. Nos asustaremos también. Realmente en este día fatídico este niño no comió mucho más – ya se había tragado sus 1400 kcal sólo con esas bombas calóricas que se muestran en la tabla, lo que supone una ingesta de calorías superior a lo que su cuerpo necesitaba. Su cuerpecito le dijo que ya tenía bastante, con lo que el caldo, la empanada y la cena se quedó en el plato. Casi mejor así.
Y por no hablar que muchas de estas Kcal provienen de grasas saturadas, etc.
Os animo, no obstante, a que cojáis un día de esos hermosos, en los que vuestro hijo/a veis que le rezuma pseudocomida de este tipo por las orejas, y que vosotros mismos os hagáis esta tablita. Es muy sencillo y están todos los datos en el paquete del producto o en internet. Los da el fabricante. Se sorprende uno del resultado – yo me he sorprendido del mismo.
Bueno, y queriendo hacerlo exhaustivo habría que meter las calorías vacías y el azúcar del kétchup, o del tomate frito o triturado con el que hacemos la salsa de la pasta, de ciertos tipos de pasta, etc. Para empezar y no acabar.
Próximamente más mantras…..