La Navidad es una época que los adultos solemos mirar desde la nostalgia, la organización y, a veces, el estrés. Para niños y niñas, sin embargo, estas fechas se viven de una forma muy distinta. No tanto desde el calendario o los compromisos, sino desde la emoción, la imaginación y la necesidad de sentirse acompañados.
Entender cómo viven la Navidad nuestros hijos e hijas es una oportunidad para conectar mejor con ellos y ellas y para replantearnos qué es realmente importante en estas fechas.

La Navidad desde la mirada infantil
Para la infancia, la Navidad no es una suma de comidas, regalos y horarios apretados. Es, sobre todo, un tiempo diferente. Cambian las rutinas, el ritmo del colegio se detiene, aparecen luces, historias, tradiciones y un ambiente que invita a soñar.
Los niños y niñas viven estas semanas con una intensidad especial porque todo parece posible. La magia no está solo en los regalos, sino en la anticipación, en los rituales repetidos cada año y en la sensación de estar más tiempo con las personas que quieren.
Sin embargo, esta intensidad también puede traer emociones contradictorias: ilusión, sí, pero también cansancio, nerviosismo o incluso sobreestimulación. Por eso es importante acompañarles desde la escucha y el respeto a su ritmo.
Menos cosas, más experiencias
Aunque el imaginario navideño está muy ligado al consumo, la experiencia nos demuestra que lo que más recuerdan los niños y niñas no son los objetos, sino los momentos compartidos. Cocinar juntos, preparar una decoración sencilla, salir a pasear por el campo o escuchar una historia contada con calma deja una huella mucho más profunda.
En espacios educativos como CEI El Jarama, donde el aprendizaje se vincula a la experiencia, al juego y al contacto con la naturaleza, este enfoque cobra aún más sentido. La Navidad puede ser un tiempo para sembrar valores como la cooperación, la gratitud, el cuidado del entorno y la empatía.

La importancia de la naturaleza también en Navidad
Durante las vacaciones, muchos niños pasan más tiempo en interiores, frente a pantallas o en entornos muy estimulantes. Sin embargo, el contacto con la naturaleza sigue siendo esencial también en estas fechas.
Salir al aire libre, observar los cambios del invierno, tocar la tierra, cuidar de los animales o simplemente jugar sin estructuras cerradas ayuda a regular emociones, reducir el estrés y favorecer el bienestar emocional. La naturaleza ofrece algo que la Navidad a veces pierde: calma y conexión.
Para los niños y niñas, estos momentos no son “tiempo vacío”, sino experiencias llenas de significado.
Rutinas, seguridad y emoción
Aunque las vacaciones implican cierta flexibilidad, mantener pequeñas rutinas aporta seguridad a la infancia. Horarios de sueño razonables, tiempos de juego libre y espacios de calma ayudan a que la Navidad se viva desde la alegría y no desde el agotamiento.
La emoción es bienvenida, pero necesita equilibrio. Los niños y niñas necesitan saber qué esperar, sentirse acompañados y contar con adultos que estén presentes, no solo ocupados.

La Navidad como oportunidad educativa
La Navidad también es un momento privilegiado para trabajar valores de forma natural: compartir, esperar, agradecer, cuidar de los demás y del entorno. No desde grandes discursos, sino desde el ejemplo cotidiano.
Participar en tareas sencillas, responsabilizarse del cuidado de animales o plantas, entender de dónde vienen los alimentos o aprender a respetar los ritmos de la naturaleza son aprendizajes que encajan de forma orgánica con el espíritu de estas fechas.
Desde una mirada educativa, la Navidad no es un paréntesis, sino una continuidad del desarrollo emocional y social de la infancia.

Escuchar cómo la viven
Quizá una de las claves más importantes sea preguntarles. Escuchar cómo viven ellos la Navidad, qué les ilusiona, qué les preocupa o qué necesitan. Muchas veces, sus respuestas nos sorprenden y nos ayudan a simplificar.
Para los niños y niñas, la Navidad no necesita ser perfecta. Necesita ser auténtica.
Volver a lo esencial
En CEI El Jarama creemos que la infancia florece cuando hay tiempo, naturaleza, juego y vínculos reales. La Navidad puede ser una oportunidad para volver a lo esencial, para bajar el ritmo y para acompañar a nuestros hijos e hijas desde una presencia más consciente.
Porque, al final, la Navidad que recordarán no será la más brillante, sino aquella en la que se sintieron seguros, escuchados y libres para ser niños y niñas.


