En una granja escuela, los animales no son solo parte del paisaje: son autĆ©nticos maestros con patas, plumas o pezuƱas. A travĆ©s del contacto directo con ellos, los niƱos descubren no solo cómo vive una oveja, quĆ© come un conejo o cuĆ”ntos huevos pone una gallina, sino tambiĆ©n valores y aprendizajes emocionales que difĆcilmente podrĆan adquirirse en un aula tradicional.
En CEI El Jarama lo vemos cada dĆa: los animales despiertan en los niƱos curiosidad, respeto y una sensibilidad especial hacia la vida. Son una puerta abierta a la empatĆa, la responsabilidad y el trabajo en equipo.

Aprender a cuidar para aprender a convivir
El primer gran valor que los niños aprenden en la granja escuela es el cuidado. Cuando un grupo de alumnos se acerca por primera vez a un corral o a un gallinero, la emoción es evidente. Pero detrÔs de la ilusión, hay un mensaje profundo: los animales necesitan de nosotros, y nosotros debemos aprender a cuidar con atención y respeto.
Dar de comer, limpiar un establo o cepillar a un poni se convierten en actos educativos cargados de sentido. En esos pequeños gestos los niños comprenden que cuidar implica paciencia, constancia y responsabilidad, y que toda acción tiene consecuencias: si olvidamos llenar el cubo de agua, alguien pasarÔ sed.
Este tipo de experiencias son especialmente valiosas en una sociedad donde los ritmos acelerados y la tecnologĆa alejan a los niƱos del contacto con la naturaleza. En la granja, vuelven a conectar con lo esencial: los ciclos de la vida, las necesidades bĆ”sicas de los seres vivos y el valor de cada gesto de cuidado.

La empatĆa como aprendizaje central
El contacto con los animales despierta una emoción inmediata. Un cerdito que se acerca curioso, un cordero que reclama atención o un conejo que se deja acariciar generan una respuesta emocional genuina. Los niños aprenden a interpretar las señales de los animales, a reconocer cuÔndo estÔn tranquilos o asustados, cuÔndo disfrutan o necesitan espacio.
Esa observación y ese respeto hacia otro ser vivo se traducen en empatĆa. Aprenden que el bienestar del otro āsea un animal o una personaā depende tambiĆ©n de cómo lo tratamos.
Numerosos estudios sobre educación emocional destacan el papel de los animales como mediadores en el aprendizaje social. En la granja escuela, esa teorĆa se hace prĆ”ctica: los niƱos interiorizan, a travĆ©s de la experiencia, valores como la compasión, el respeto y la solidaridad.
La paciencia y la observación: virtudes que florecen en la calma
En un entorno natural, las cosas no ocurren con un clic. Los animales siguen sus ritmos, y los niƱos deben aprender a esperar. Esperar a que la cabra se acerque, a que el gallo termine de cantar o a que las gallinas se acostumbren a su presencia.
En esa espera, los niƱos entrenan una virtud poco comĆŗn hoy en dĆa: la paciencia. AdemĆ”s, desarrollan la capacidad de observación, aprendiendo a mirar con atención los comportamientos, los movimientos y los sonidos que comunican los animales.
Son aprendizajes sutiles pero poderosos, que fortalecen la concentración y la sensibilidad. Al final del dĆa, los niƱos no solo saben mĆ”s sobre animales: se conocen mejor a sĆ mismos, sobre su capacidad de esperar, de escuchar y de cuidar.

Cooperar para cuidar mejor
La vida en la granja escuela es también una escuela de cooperación. Las tareas con animales suelen hacerse en grupo: llenar los cubos de agua, limpiar el establo o preparar la comida requiere coordinarse, repartir tareas y colaborar.
Los animales se convierten asĆ en un pretexto perfecto para trabajar en equipo. Sin que nadie lo imponga, los niƱos aprenden a ayudarse, a turnarse y a respetar los ritmos de los demĆ”s. Y, al ver que su esfuerzo conjunto tiene un resultado tangible āun corral limpio, un animal alimentadoā, sienten una satisfacción colectiva que refuerza su sentido de comunidad.

Un aprendizaje que deja huella
Quienes han vivido la experiencia de una granja escuela lo recuerdan con una sonrisa. No es solo un dĆa diferente, sino una vivencia que deja huella. El contacto con los animales no se olvida: enseƱa de manera natural y sin artificios.
En CEI El Jarama, entendemos que la educación ambiental y emocional van de la mano. Por eso, cada actividad con animales estĆ” pensada para que los niƱos no solo aprendan contenidos, sino tambiĆ©n valores que les acompaƱarĆ”n toda la vida: la empatĆa, el respeto, la responsabilidad, la paciencia y la cooperación.
Los animales, con su silencio y su presencia, son aliados educativos insustituibles. Nos recuerdan que educar tambiƩn es cuidar, observar y compartir la vida con otras especies. Y que en ese encuentro, los niƱos descubren algo esencial: que todas las formas de vida estƔn conectadas, y que cuidar del mundo empieza por cuidar de quienes lo habitan.


